Estamos eliminados y sin atenuantes, dejar escapar puntos de local en una serie ida y vuelta fue mortal. Lucas Pusineri nuestro DT, optó por presentarse en casa con cuatro jugadores que habitualmente no juegan y al equipo le costó, demoró y no se encontró.
Ya con un empate ir a Montevideo a luchar la clasificación era un reto doble y triple si se tiene en cuenta la maratón de partidos que tenemos. Fuimos, sí, nos presentamos en el campo y con la vergüenza deportiva disponible enfrentamos a Peñarol que sin mucho lujo ni gran superioridad nos venció. Llegamos de puras ganas, de puro empuje e ilusión, pero la realidad es otra, es lo que vimos: un equipo sin jerarquía, con la aparición de los errores, falto de concreción y con miedo, trotón. Nos la dimos de cancheros, sí, pero nunca pudimos esconder nuestra falta de experiencia.
Estamos eliminados, sí, a pesar que se nos dijo que pelearíamos por llegar a la final, pues el final nos alcanzó primero y de las formas en que uno prefiere olvidar. Ya no da rabia, ni sentís molestia, no, lo que se siente es una enorme decepción porque a pesar de que sabíamos que esto podía pasar por la forma en que se armó el plantel (retazos, apuestas, juventud e incertidumbre) vimos en los de Pusineri, al menos yo sí, algo diferente a lo mal presentado del 2018, vimos ganas de gustar y de no solo salir a jugar, sino ir a buscar ganar. No se dio, no hubo cómo.
Un plantel en el que las variantes y el recambio pasan por jugadores de discretísimo nivel, ausencia de deseo y lejos del compromiso que el club reclama, exige. No puede ser que de todo un plantel solo destaquen dos o tres juego a juego y que los demás aparezcan según el torneo, el rival o el día del mes. Mortal irregularidad y peor para una nómina tan corta.
El domingo 02 de junio vamos a Barranquilla a enfrentar al Junior urgidos de una victoria que nos permita seguir pensando (soñar ya no, prefiero ser realista) con la final. ¡Una victoria en Barranquilla!, misma que no logramos desde febrero de 2008, pero con este equipo de motivación fuerte es posible, el tema es que no sé cómo se van a levantar de dos derrotas en casa seguidas (teniendo todo para ser líder) por Liga y la eliminación por Copa. Duro, muy duro.
El balance prefiero hacerlo al cerrar la Liga Águila, quedan dos o cuatro partidos, depende de lo que los muchachos puedan hacer. Creer es difícil, no imposible, pero es muy complicado cuando se insiste en defender lo indefendible y justificar lo injustificable. Caer en esta ronda de Copa es un fracaso, no podemos decirlo diferente ni adornarlo con un “Algo es algo” como le gusta a cierto grupo de hinchas y asociados. “Algo es algo” no y menos cuando pudimos llegar mas lejos, debimos llegar mas lejos, pero no pudimos porque tenemos mucho de lo que no nos ofrecieron y nos falta todo lo que nos prometieron, en corta, estamos llenos de pelaos y no tenemos jerarquía.
Ojalá este nuevo fallo, que se une a un 2018 que no dejó prácticamente nada en lo deportivo y comprometió más allá de lo racional lo financiero, sea una lección y, ojalá, la humildad llegué a un Comité y sus fieles seguidores (me resisto a decirles focas por respeto a los animales) para que acepten, como debieron hacerlo hace rato, que la realidad del club es una con la que el hincha no está tranquilo porque insisten, irresponsablemente, en hacer ver los errores como un acierto entre aplausos de quienes usan para tapar aquello que se ve desde el corazón de todo verdiblanco, desde cualquier neurona.
No sigamos abusando de la inteligencia y el sentimiento de la gente porque, así varios hayan optado por ponerla en pausa por cuatro años, a otros se nos ha activado porque el club nos duele.
En la noche anterior alguien con quien sostuve una charla de esas que nutren me decía con conocimiento de causa que este Comité y su staff (Los de transformación verdiblanca) son personas que no necesitan robarse nada, que obran con buenas intenciones y que tienen un sentido de pertenencia como muy pocos lo tienen, que son personas que aman al Deportivo Cali.
Quedé pensando en eso y sí, ladrones no tenemos. Equivocarse le puede suceder a cualquiera. Apostar y perder, también. Arriesgar el patrimonio de una institución por lograr resultados pronto, tal vez no es muy responsable, pero deshonesto no es. Confío, porque sé así es, que lo que se hace se ejecuta con la mejor intención, el problema es que los errores siguen, los resultados no se dan y los responsables, enamorados y defensores del Cali como vos o yo, siguen tan campantes como si el dolor y la vergüenza fueran para todos los demás y con ellos no.
Esperemos al domingo, esperemos y pidamos a Dios porque los muchachos logren levantar el ánimo y clavar el balón en la red. Hay que ganar y después ganar de nuevo. No hay más.
De no darse ese resultado, Dios no lo quiera, debemos pensar en que ya serían tres semestres sin un logro deportivo destacado y que eso en cualquier organización seria, amerita un llamado al menos, a rendir cuentas, revisar objetivos versus resultados. Es como se hace en un ambiente profesional.
Con las derrotas y las eliminaciones deportivas arriesgamos el valor de la marca y de los muchachos, con los escándalos fomentamos las crisis de reputación y al hablar por hablar nos mostramos desordenados, sin capacidad y mucho menos grandeza.
Perder, empatar o ganar, cualquier cosa puede pasar. Yo quiero, necesito, reclamo que siempre ganemos y nada me gustaría mas que dar la vuelta y estar tranquilo, pero ante tanta indolencia, tanta “frescura” y este aparente “nada va a pasar” se me quitan las ganas hasta de mirar.
Ganemos en Barranquilla, esto sigue y ese es el deber.
Nos vemos en el estadio, nos leemos por acá.
*Fotos: frtv.co y lafm.com.co