De pelao siempre me enseñaron a hacerme el de oídos sordos cuando venían a insultarme, a tratarme mal o a buscarme pelea. Aprendí a escuchar mejor gracias a eso.
Evité peleas otras no pude, estaba creciendo, pero al final me quedé con esa lección, la de tener los oídos sordos, pero no tanto, no siempre y menos si quien con toda honestidad y generosidad se paró delante de mí y con respeto me dio su opinión. Nada construye mejor que una voz exterior obvio, cuando tu voz interior es segura de sí y cuenta con la humildad de no saberse la única.
La realidad en Deportivo Cali no está para oídos sordos, ni para voces interiores gritando. Si hay un grito que dar es el de “ayuda”, el S.O.S. que implora la institución y no porque este naufragando como más de un diablo (interno o externo) quisiera, sino porque de verdad debemos escuchar lo que nos pide nuestro primer amor, lo que necesita, lo que con justicia reclama a lo que nos comprometimos al firmar como asociados y al aceptar ser reconocidos como hinchas verdiblancos.
Mirar para otro lado es lo más fácil, ignorar, recriminar, quejarse y quedarse en el pasado, sencillo. “Errar es de humanos, encontrar a quien echarle la culpa es más humano todavía” decían los de Les Luthiers si mal no estoy, no podemos ser tan humanos, no ahora.
¿Qué es lo que pasa en la interna del club? ¿Qué motiva al presidente a ignorar las voces de quienes tienen una opinión distinta a la suya? Estoy de acuerdo con dejar pasar los insultos, las calumnias y las acusaciones sin pruebas, dejarlas ir sin eco alguno, pero, ¿es necesario hacer lo mismo con la legitima crítica constructiva? ¿Es necesario invitar al silencio a las voces que antes han dado algo más que palabras por el Cali?
¿Les alcanzará la vida para quitarse los velos de la amistad, del ego y el orgullo? ¿Tendrán cómo reconocer un error? ¿No se dan cuenta o se dan cuenta y se hacen los que no?
Hay tantas voces dentro del club que ninguna dice nada y al final todas callan, porque los bramidos de la hinchada distante y apática, son cada vez más frecuentes, más fuertes, menos tolerantes y más sentidos. Esto nos duele, nos duele en el alma.
La pasión y la entrega los miembros del comité no se discuten, el norte tal vez sí. ¿Cuál es el foco? ¿Esperar hasta ver qué pasa y después excusarse o recibir las felicitaciones? ¿Qué pasa si no pasa nada? ¿Qué pasa si pasa de todo?
El tiempo para no mirar, para no escuchar, para solo hablar y encerrarse en su burbuja de hierba mate terminó. El margen de error es ninguno cuando en juego está el prestigio de un club, el legado de cientos de personas que literal dieron su vida por el verde y el blanco.
Esto no es para reír a carcajadas ni para reír de manera socarrona, esto es para tomarlo en serio, para dejar esa actitud y atender, responsablemente y a los que lo soliciten con respeto, las obligaciones de una institución transparente. ¿Estamos de acuerdo?
Es muy diferente hacerse el de los oídos sordos y andar cantando “soy de palo, tengo orejas de pescado”. ¿Cómo haremos para que los hinchas vuelvan a sentir propio algo que les han venido arrebatando entre soberbia y mal trato? Nadie merece tanto desdén, menos cuando lo dejan todo por ir a la cancha, por vivir la ilusión de lo que es un nuevo torneo, ilusión que hoy yace apagada buscando que le aviven la llama, ¿harán oídos sordos a ese honesto pedido?
De corazón, espero que no.
Nos vemos en el estadio, nos leemos por acá.
*Foto: Archivo particular.
Excelente análisis
EstAn acabando con la pasión
Soy socio continuaré pagando la accion pero como protesta no iré al estadio
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